En esta segunda entrega de aventuras de las simpáticas viejitas de El Bosque del Crepúsculo, nos encontramos con unas reformas al asilo tan catastóficas, que Irma y Siiri deciden mudarse juntas a un departamento fuera de las instalaciones. Ana Liisa, quien sigue siendo su amiga cercana, se les une con el Embajador. Onni cuenta con varias propiedades en la ciudad y consigue un departamento muy peculiar, antes usado en actividades sexuales, en el que cada una tiene su habitación, incluida la quejumbrosa Magrit, quien queda desarmada cuando su esposo Eino es enviado al pabellón de los dementes, del que ya no se sale.
A Siiri le parece que la idea de tener una comuna es original y juvenil, una aventura más para celebrar sus ya 96 años. Además de que es muy feliz cuando nota que el departamento de Onni queda justo frente a una de sus adoradas estaciones de tranvía y de un gran mercado, donde conoce a los nigerianos Muhis y Metukka, quienes le enseñan a cocinar, le ayudan con la colada, las asisten en la enfermedad y, sobre todo, les contagian de una profuda alegría, pese a que su condición de ilegales les mantiene presos de empleos "negros" en los que no pueden negociar un seguro médico o una paga decente.
Siiri se da cuenta de que la empresa que hace las mejoras del asilo es la misma con la que pelearon en la aventura pasada, cuando el tráfico de drogas provocó el suicidio de su cocinero favorito. Y se decide a investigarlos junto con sus amigas.
Irma, por su parte, quiere implementar la tecnología con el uso de una Tablet a la que soba y pega porque piensa que de ese modo se prende y se apaga. No encaja del todo en las relaciones de sus amigas, y llega a ponerse celosa de Magrit, quien no para de hablar de la eutanasia porque tiene la esperanza de ayudar a su marido a morir. Magrit, no muy querida por Irma y Anna Liisa, exaspera a sus roomies con malos hábitos en su senectud, como andar desnuda por la casa, dejar chicles mascados pegados en la mesa (que luego vuelve a comer), o usar los cepillos de dientes de todos. Pero verá una luz al final de su túnel cuando descubra, de parte de las trabajadoras sociales que ayudan a Anna Liisa, la forma de ser ella misma el ángel justiciero de su esposo.
Anneli, por su parte, sigue muy enamorada de Onni, fresca y reinventada, pero se da cuenta de que sus joyas y su pequeño alhajero aparece y desaparece de su casa, ida y vuelta desde el asilo, cada vez con fajos más grandes de billetes. ¿Pero de qué se tratará todo esto? Vivirá una amarga experiencia en el área de dementes y tendrá un momento conmovedor al final de la historia...aunque sigue siendo una exigente corregidora del finés y el sueco.
Onni, el Embajador, es feliz con su harén y arreglando sus asuntos legales, pero se ve envuelto en problemas de los que no tenía ni idea...
La dirección del asilo sigue pendiendo de un hilo cuando la directora huye con sus amados huérfanos hindúes y la prensa se entera de las pésimas condiciones en que están los ancianos gracias a Tauno, un veterano de guerra que se mece de un lado para otro para mantener el equilibrio y que se niega a ser parte de la comuna de las abuelas porque debe defender el honor del asilo y del país en las entrevistas que se le hacen, donde arrastra su colchón y su mochila de acá para allá.
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Esta saga está de lo más entretenida y es una verdadera clase de lengua finesa y sueca y de la historia y arquitectura de Helsinki. Leer a estas mujeres es como escuchar atenta una tarde de café de tu abuela con sus viejas amigas, llena de palabras que solo ella entienden y sucesos que solo ellas recuerdan. Se lee fácil, con amor y alegría ¡y todavía queda una tercera parte! ¡A por ella!
Minna-Liisa Gabriela Lindgren nació en Finlandia el 22 de enero de 1963 y es una reconocida periodista y escritora. Su trilogía de Helsinki (justo de la que hablamos en esta entrada) fue best seller en Finlandia.
En este blog ya hablamos de una más de sus obras, Viuda al fin. Búscala :)
* Lee conmigo en: https://ww3.lectulandia.com/book/tres-abuelas-joyero-ida-vuelta/
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