Este libro es como abrir el viejo y ligero diario de una niña que ha vivido la metamorfosis de la pubertad. Amelie narra su infancia en los diversos países en que le tocó vivir por el trabajo diplomático de su padre (Japón, China, Estados Unidos, Bangladesh, Birmania, Laos, y su natal Bélgica). Habla del cómo se maravilla con las sensaciones de su cuerpo al comer y beber, de cómo se alimenta de la inteligencia de sus institutrices, del licor que su padre le deja ingerir desde muy pequeña, del glamour del ballet, de sus enamoramientos prematuros y de la simbiosis con su hermana Juliette.
Desde haber sido desnudada por sus compañeros de jardín por descubrirla extranjera y querer notar las diferencias entre sus cuerpos, hasta pasar todo un día montada en un elefante en la selva, Amelie ama y odia la vida, pues no puede controlarla como quisiera, y cada día que se da cuenta de ello retoma un nuevo plan.
Solo la edad adulta, la toma de decisiones sobre su futuro, y reencontrarse con su pasado, le ayudan a mermar los efectos de un crecimiento que fue duro, porque no dejaba de tener hambre de mundo, que nadie le podía saciar.
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El
hambre es deseo. Es un deseo más amplio que el deseo. No es voluntad, que es
una forma de fuerza. Tampoco es debilidad, ya que el hambre no conoce la
pasividad. El hambriento es un ser que busca.
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Más tarde aprendí la etimología de la palabra «enfermedad». Era «dificultad para decir». El enfermo era aquel que tenía dificultades para decir algo. Su cuerpo hablaba en su lugar en forma de enfermedad. Una idea fascinante, que sugería que, si uno conseguía decir, dejaría de sufrir.
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—Si quieres que te quiera un poco más, sedúceme. Aquella frase me indignó. Rugí: —¡No! ¡Tú eres mi madre! ¡No tengo que seducirte! ¡Tú tienes que quererme! —Eso no existe. Nadie tiene que querer a nadie. El amor, uno se lo gana. Me derrumbé. Era la peor noticia que había oído nunca: tendría que seducir a mi madre. Tendría que merecer su amor y todos los demás amores.
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Más tarde aprendí la etimología de la palabra «enfermedad». Era «dificultad para decir». El enfermo era aquel que tenía dificultades para decir algo. Su cuerpo hablaba en su lugar en forma de enfermedad. Una idea fascinante, que sugería que, si uno conseguía decir, dejaría de sufrir.
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—Si quieres que te quiera un poco más, sedúceme. Aquella frase me indignó. Rugí: —¡No! ¡Tú eres mi madre! ¡No tengo que seducirte! ¡Tú tienes que quererme! —Eso no existe. Nadie tiene que querer a nadie. El amor, uno se lo gana. Me derrumbé. Era la peor noticia que había oído nunca: tendría que seducir a mi madre. Tendría que merecer su amor y todos los demás amores.
Amelie Nothomb (que en realidad se llama Fabienne) nació el 9 de julio de 1966 en Etterbeek, Bélgica. Ha sido miembra de la Real Academia de la Lengua y de la literatura francesa en Bélgica.
Vivió en diversos países durante sus primeros años debido al trabajo de su padre. Estudió filología en la Universidad Libre de Bruselas. La mayoría de sus obras son autobiográficas.
"La esperanza es el aliento de los sueños"
Lee conmigo en: https://ww3.lectulandia.com/book/biografia-del-hambre/
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