Me he decidido a leer de tajo la saga completa de Rebecka Martinson y esta es la cuarta de cinco, así que ya estoy pisándole los talones al final. Había leído en las reseñas que es de sus mejores obras y en efecto, puedo decir que de las cuatro es la que más humana me ha parecido. Tiene el misterio, el perfecto cuidado a los detalles sobre el asesinato, va siguiendo la historia de los personajes casuales, PERO le agrega un punto sentimental: la comunicación después de la muerte, entre una bisabuela dolida y su bisnieta. Ahora llega a manos de Anna María la desaparición de dos jóvenes que se fueron de buceo. Rebecka se entera del caso, como fiscal que sigue siendo, y sueña con Wilma, una de las víctimas. Interpreta pues este sueño como una señal de que debe ayudar a cerrar el ciclo, a esclarecer su caso. Y aunque ya se siente mejor de sus problemas de ansiedad y depresión post-crímenes que resuelve, aún debe lidiar con un Mans que, siendo su pareja formal, la presiona para que deje a
Escribo un blog desde 2003. Vaya, ya 19 años. Lo verdaderamente curioso es que también tenía 19 años en ese entonces.