Dicen que las segundas partes nunca son buenas, y si bien es verdad que La Prueba no cuenta con la misma fuerza narrativa de El Gran Cuaderno, sí engatuza como la primera vez...
En esta segunda entrega sobre la vida de los gemelos Claus y Lucas, el lector se encuentra con la vida madura del segundo, quien se queda solo en el pueblo lidiando con una depresión que sólo se mitiga al llegar Yasmine y Mathias a su vida. Yasmine es una chica señalada en el pueblo por haber parido un hijo de su padre. Quiere deshacerse del chico, pero no puede, y pronto entiende que su presencia supone una paternidad fallida y fantasiosa para Lucas, quien se encarga por un tiempo de las necesidades emocionales de Yasmine, haciéndola parte de su familia. Temerosa del pueblo y sus habladurías, rehace su vida a su lado, llevando el rol de ama de casa que tiene todo bajo control. Pronto se da cuenta que Lucas es un espíritu libre, y la tristeza le hace presionarlo hasta el hartazgo. Mathias, por su parte, es un niño inválido: cojea de un pie y un hombro le ha crecido deforme. Desde pequeño sabe que es diferente y que por eso no es apreciado por los otros niños, y sufre de burlas abominables que lo sumen en una tremenda soledad y en la creencia de que su inteligencia era más alta que la de cualquiera, lo que le daba la esperanza de llegar más lejos que sus agresores (sólo era cuestión de esperar). Debe crecer con Lucas, a quien ama y reta a la vez. Descubre los diarios que Lucas sigue escribiendo (los Grandes Cuadernos), los tiene como un diario para Claus, para que sepa cada detalle de su vida a su regreso. Mathias comienza su propio cuaderno azul, pero no deja que nadie lo lea, así que Lucas no tiene acceso a sus verdaderos sentimientos, que esconde como una roca. Nunca llora, nunca se queja, y se sabe abandonado por sus padres. La lucha en su vida es no sentirse rechazado, no caer ante la posibilidad de que Lucas se case y forme una familia "bonita", con hijos rubios que sean propios y le llenen de los cariños que él no le puede dar. Su obsesión le hace perseguirlo, y a la vez alejarlo cada vez más...
Lucas conoce en la biblioteca a Clara, mujer joven y bella que se ha dejado vencer tras el asesinato de su esposo. Lucas lucha por acercarse a ella, por hacerle olvidar a Thomas y su imagen colgado de la plaza. Aunque hay un pequeño fuego de amor, el tormentoso recuerdo de su matrimonio no la deja vivir tranquila.
Lucas debe lidiar con la soledad durante todo el trayecto del libro. Cada personaje al que quiere o al que se acerca termina escribiendo sus propias líneas lejos del gemelo. El cura al que frecuenta en su infancia se convierte en su primer alma liberada del cansancio y la depresión. Llega el ocaso de su vida, y Lucas es su paciente enfermero, llevándose su sabiduría como parte de los recuerdos.
También mantiene una relación cercana con Víctor, el dueño de la librería donde compraba lápices y papel a rayas con su hermano. Hombre alcohólico, obeso y adicto al tabaco, no encuentra distracción alguna más que mirar a un hombre insomne desde su ventana. Ha postergado escribir un libro, y cuando su hermana aparece le da una segunda oportunidad para levantarse y escribir.
Otro de sus grandes amigos es Peter, secretario del partido político del pueblo. Peter es un hombre cobarde que vive con miedo y que no conoce del todo sus ideales. No quiere declarar su homosexualidad por miedo al rechazo, pero es esta condición la que le hace acercarse a Lucas, al que ve como un amor platónico, un ejemplo de rectitud y carácter y un hombre hermoso (recordemos que los gemelos son tan atrayentes como Jean-Baptiste Grenouille). Amigo de Víctor, crea junto con Lucas una triada de complicidad y miedo a ellos mismos.
Michael, el insomne, es un hombre que perdió a su esposa por culpa del gobierno. Desde que se quedó solo no duerme, y aconseja a Lucas en sus dilemas emocionales porque se da cuenta que es un alma desdichada (como lo es él mismo). Da a la obra un toque paternal, una sombra omnipresente que da sentido a la secuencia de los hechos.
La Prueba continúa con el vacío en el pecho que El Gran Cuaderno deja en sus lectores. Todavía se puede respirar el aroma de la guerra y el abandono en sus páginas, en las calles del mismo pueblo que conocimos en su infancia y que se va modificando con el paso de los años pero sigue teniendo en común la tristeza, la soledad y la agonía de nuestro primer encuentro, por lo cual el lector no va a decepcionarse, además que puede leerlo en una sentada porque es mucho más corto, y la historia corre tan rápido que es imposible darse cuenta que está narrando las décadas de los gemelos. Es una historia que, sin embargo, no da el punto final que un fanático necesita. No señores. Nos hemos metido demasiado en Claus y Lucas, nos hemos hecho parte de su piel, hemos experimentado su tristeza y saboreado sus lágrimas. Me dispongo a leerlo con ese nudo en el pecho, esa obstrucción en el estómago. Sé que su vida no puede más que ser desgraciada, como si cada destello de felicidad que quisiera alcanzar se le fuera arrebatado por una fuerza más poderosa. Pero ¿qué es? ¿Será que eso lo sabremos en el tercer libro?
Esta historia fue publicada en 1988 por Agota Kristof, y es la penúltima parte de la saga de los gemelos Claus y Lucas.
Agota nació en Hungría el 30 de octubre de 1935. La revolución le hizo autoexiliarse en una comunidad suiza de habla francesa, Neuchâtel. Inicia una carrera literaria en este idioma, tomándolo como un comienzo general de su vida.
Murió a los 75 años, en el año de 2011.
¿Un poco de esta obra?
—No me dé las
gracias. No hay en mí amor ni bondad alguna.
—Eso es lo que tú
crees, Lucas. Estoy convencido de lo contrario. Has recibido
una herida de la que
todavía no te has curado.
…
No pienso. No puedo
permitirme ese lujo. Llevo el miedo en mi interior desde
la infancia.
…
—No era más que un
niño. Pero no he olvidado nada.
—Lo olvidará. La
vida es así. Todo se borra con el tiempo. Los recuerdos se
difuminan, el dolor
disminuye. Yo me acuerdo de mi mujer como uno se acuerda de
un pájaro, de una
flor. Ella era el milagro de la vida en un mundo donde todo parecía
ligero, fácil y
bello.
…
—Ha habido treinta
mil muertos en la capital. Incluso dispararon contra una
manifestación en la
que iban mujeres y niños. Si Clara participó en algo de eso...
—Ella, ciertamente,
participó en todo lo que pasaba en la capital. Creo que ha ido
a reunirse con
Thomas, y así está bien. Ella no dejaba de hablar de Thomas. No
pensaba más que en
Thomas, no amaba más que a Thomas, estaba enferma de
Thomas. De una forma
u otra, habrá muerto de Thomas.
…
—Tendría que haberle
dejado ir con su madre. Cometí un error mortal, Peter,
queriendo quedarme
el niño a cualquier precio.
—Cada uno de
nosotros comete en su vida un error mortal, y cuando nos damos
cuenta, lo
irreparable ya se ha producido.
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https://www.lectulandia.com/book/la-prueba/
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