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[ 2020 lectura lineal ] Vestidas para un baile en la nieve - Mónika Zgustova [ #23 - 6to año ]

 



Lectura: vestidas para un baile en la nieve
Hablamos de: testimonial
Autor: Mónika Zgustova
País: República Checa
Trama: la autora entrevista a nueve mujeres sobrevivientes del gulag soviético, haciendo honor a sus historias y sufrimientos.


[¿A QUÉ PÚBLICO SE LE RECOMIENDA ESTA LECTURA?]
Adultos. Es una parte triste y traumática de la historia moderna, aunque la narración es bastante ligera, pero recuerda el sufrimiento de millones de personas.

¿Qué nos dice?
La capacidad de sobrevivir que sale en cada uno ante la adversidad extrema
El valor de la amistad
Cómo lograr el perdon
La importancia de la lucha social
La crueldad con la que se dirigen las dictaduras

Temas que trata: gulag soviético, dictadura, terror, redadas, presos políticos, supervivencia, amor, enfermedad, crisis, lucha política, juventud, separación de familias, cultura, literatura, apoyo social, Perestroika, vejez, paz.

Dificultad de lectura: bajo. Cada relato te envuelve, además de ser escrito de forma sencilla y melódica.

¿Qué se rescata?
El amor, brillando hasta en los lugares más oscuros
La unión del hombre con el hombre, a pesar de sus circunstancias
El triunfo de la verdad y los valores
El precio de la inexperiencia juvenil

¿Qué se pierde?
Nada. Da el homenaje suficiente a las sobrevivientes, y nos hace amarlas a la distancia.

¿Qué sensación me deja?
El gulag siempre me ha dolido mucho, pero conocer historias que a pesar de ello salieron adelante, me hace sentir orgullo por el género humano, y una profunda compasión que en estos tiempos no tiene mucha oportunidad de mostrarse.


Personajes para recordar

(1) Zayara Vesiólaya: su padre fue fusilado por ser considerado traidor a la patria. Fue llevada en una redada la misma noche que celebraba con su hermana y sus amigos su graduación. Su madre fue llevada por ser esposa de un traidor, así que ella y su hermana se quedaron solas. Fue arrestada en ropa de gala: falda, blusa de seda, tacones y sombrero. Su hermana fue deportada a Kazajistán. En el viaje en tren le contaron las atrocidades que se hacían en los campos de trabajo, como dejar a los prsos desnudos y atados a los árboles, a cincuenta grados bajo cero. Nikolái fue su mejor amigo. En Siberia, donde fue asignada, pidió su cambio a Kazajistán para estar con su hermana, teniendo que caminar 60 kms porque se le fue el tren (y si no se reportaba el día planeado, la fusilarían por intento de fuga). Pudo volver a la muerte de Stalin y formar su propia familia.

Nikolái 
Bilétov: Violinista que Zayara conoce en Siberia y que la ayuda a sobrevivir a través de la música, la poesía que memorizaban (porque tenían prohibido usar el papel), y los bellos atardeceres que miraban desde las rejas del campo de trabajos forzados. Ayudó a Zayara mientras pudo, para que no pasara penurias. Era acusado de ser hijo de un sacerdote, y conocía diversas historias felices de sobrevivientes, que contaba a todos para elevar su moral.

Natasha: amiga de celda de Zayara. LLegó al campo con ocho meses de embarazo. Sus padres habían sido acusados por los vecinos para quedarse con su departamento, lo que era muy común en la ciudad. Su custodia se quedó en manos de su abuela, con la que creció hasta hacerse enfermera voluntaria en el frente. Fue detenida por ser hija de un fusilado, y ya en los campos, su hermano cayó en un grupo literario acusado de conspiración, así que a ella la torturaron para que declarara que era su cómplice: la luz cegadora que usaban de día y de noche, los constantes golpes en el estómago y la falta de comida, provocaron que tuviera un bebé muerto.

(2) Susanna Pechuro: en la escuela le enseñaban de una Rusia superior, una en la que sólo está el bando de los buenos (los orientales), y los malos (los occidentales). Conoció a Boris en la adolescencia y le admiraba por su independencia y sus fuertes convicciones. En su inocencia, no creía en los campos de trabajos forzados. Fue encarcelada por apoyar a Boris, y era la niña rica de la prisión. Aprendió a enviar mensajes de celda a celda con golpecitos, y a dormir sentada entre interrogatorios sin ser descubierta. Le dieron 25 años de trabajos forzados por acusarla de conspiración a muerte a Stalin, asunto en el que ella nunca participó. Fue entrevistada en 11 campos y 7 prisiones tratando de sacar más información sobre Boris y sus conspiraciones, de las que ella no sabía nada. Fue fiel al esperarlo y protegerlo, aguantando los más duros castigos. Es liberada al morir Stalin, y comienza su búsqueda a Boris a través de oídas con otros prisioneros. No puede readaptarse a la vida social luego de la cárcel: los jóvenes de su edad le parecen banales. No cambiaría su pasado de poder volver en el tiempo, pues considera que eso la hizo la mujer que es. Fue rechazada varias veces en la universidad por sus antecedentes, pero pudo estudiar historia, continuando el proyecto de investigación que tenía Boris cuando le conoció.

Borís: su padre muere en la Segunda Guerra Mundial, y él decide emanciparse de su madre al volver de su encierro forzado para evitar la guerra. Hizo un grupo revolucionario entre sus amigos de colegio, que lo admiraban y respetaban, leyendo cada libro que les recomendaba. Sabía que tenía micrófonos escondidos en su casa y que su maestra le denunció. No quería que Susanna se les uniera, temía por su seguridad, pero los detuvieron de todos modos. Los presos cuentan que fue fusilado, pero no se sabía en dónde ni cuándo.

(3) Ela Markman: sus abuelos murieron durante saqueos de iglesias. Su padre quiso ayudar a otros países con la industria maderera, que sobraba en Georgia, pero no fue bien visto y terminó por ser declarado enemigo de la patria. Vivió en una ciudad tomada un tiempo por los soviéticos, y otro tiempo por los alemanes, según la etapa de la guerra en la que estuvieran. Fue educada con ideales estalinistas, en los que el bien común era lo único importante, y que incluso debías sacrificarte en nombre de tu nación. Los hijos de fusilados no creían en Stalin, estaban de parte de otro tipo de comunismo, y por eso fueron conocidos como los primeros disidentes. Hizo un grupo de resistencia llamado "muerte a Beria" (ministro estalinista que mandó a matar a su padre). Apenas pegó propaganda en la calle fue arrestada. Ayudó a escapar a soldados heridos en un hospital, falseando documentación para que los aldeanos pudieran atenderlos en sus casas sin temor a ser fusilados. Los alemanes la descubren y le dan 25 años de prisión. Sus hermanas mueren en el sitio de Leningrado, tratando de ser enfermeras. Trabajó en la construcción de minas, y por desgracia murió meses antes de la publicación del libro.

(4) Elena Korybut-Daszkiewicz: anciana de andar lento, a la que le cuesta trabajo permanecer de pie (como a todos los que pasaron malnutrición en los campos durante la juventud: sus huesos se han atrofiado). Su padre fue fusilado, y ella permaneció en la miseria con su madre hasta que ambas fueron detenidas. Fue enfermera en campo de batalla y sirvió como traductora entre soviéticos y alemanes, hasta que el hospital fue plenamente consumido por las llamas de un incendio. No le dejaron entrar a la universidad por considerar que favorecía a los alemanes en dichas traducciones, y la metieron en un búnker oscuro, sin comida ni agua, donde notó que aún en completa oscuridad, la gente llegaba a enamorarse reconociéndose por los otros sentidos. Pasó por 15 años de trabajos forzosos como enfermera de minas, donde veía a gente morir por falta de condiciones básicas de sanidad. Fue escuchada en una conversación con una compañera enfermera sobre compositores alemanes, y catalogada como conspiradora. Llegó a un gulag donde habían sido fusilados decenas de hombres y no se habían limpiado restos de sesos y sangre. Lo más humillante que pasó, fue trabajar en un muro de pesadas rocas que era deshecho al día siguiente: el sentir que su vida era inútil, le paralizaba más que el hambre o el dolor. Escribió poemas sobre la vida en la tundra, a la que amaba y odiaba. Se casó con un ex preso, porque sólo entre ellos podían comprenderse. A la muerte de Stalin y su consecuente liberación, entendió que debía buscar la belleza en cada situación, y devorar cada libro que pudiera, por todo el tiempo de vida que le quitaron, tiempo en el que no pudo seguir preparándose culturalmente.

(5) Valentina Íevleva: se enamora de un soldado estadounidense en un baile soviético, y tiene un hijo suyo. Es llevada al campo por negarse a reconocer un cadáver de alguien desconocido. Podó pinos hasta que se incendió y entre los demás presos le ayudaron a apagarse. Se negó a trabajar y fue a una celda de castigo donde dudó que pudiera seguir viviendo. Trabajó fabricando ladrillos, donde conoce a Heino, que la contrata como actriz de pequeñas representaciones teatrales que hacían de gulag en gulag, y en las que las condenadas por prostitución recobraban su decoro y dignidad. La descubrieron al tratar de huir y regresa a la celda de castigo. Toma cal viva intentando suicidarse, pero no lo consigue. Es ayudada en la enfermería, pero trata de nueva cuenta de huir dando vueltas en el bosque, donde al amanecer la encuentran y la regresan a la celda de castigo. A la muerte de Stalin va en busca de su hija, que no la reconoce. Tarda en encontrar empleo (nadie confía en los ex presos), encontrando ocupaciones ilegales con las que va tirando, hasta encerrarse en un matrimonio con un alcohólico.

Tatiana Okunévskaya: actriz famosa que se hace amiga de Valentina en el gulag. Era famosa, admirada y guapa, pero con mala suerte en el amor. Se casó dos veces, y se enamoró de un hindú perseguido, que después se vio atrapado en un matrimonio arreglado y sin amor. La delataron por su relación y fue llevada presa mientras padecía neumonía. Cede ante los interrogatorios y su dureza, y escribe una carta a Stalin contando los maltratos que sufren los presos: la carta es interceptada y compromete a su interrogador, uno de los más grandes tiranos en el campo. Se enteró luego de un año en aislamiento total, donde estaba tan débil que tuvo que ser medicada y atendida dos semanas en la enfermería antes de someterse a nuevos interrogatorios.

(6) Natalia Gorbanévskaya: se indigna por la ocupación a Checoslovaquia de 1968, y al tener experiencia como disidente, comienza con sus amistades a hacer protestas en la Plaza Roja. Fue detenida un año después, debido a que tenía un bebé de dos meses y así no la podían arrestar (pero esperaron a que creciera). Era peligrosa porque sus notas llegaban a Occidente, donde la gente se enteraba de las crueldades de la guerra. La atención de países poderosos llegaba, y la volvía un poco intocable. La condenan a la pena más dura: residencia en un manicomio, donde la medican con miras a causarle Parkinson y Alzheimer. Vio a muchas mujeres perder la cabeza y morir en aislamiento. Escribía y memorizaba poesía para no suicidarse. A los dos años fue liberada por presión social, y siguió escribiendo sobre los abusos de los interrogatorios. En 1975 es exiliada a Israel, porque su presencia en el régimen ya es imposible. Se muda a París, donde continúa hablando de política. Polonia le ofrece nacionalidad en 2005, y va sintiéndose más segura.

(7) Janina Misik: trabajó en un campo ruso talando árboles por catorce horas al día: si hacía la mitad de la jornada, se le daba la mitad de comida (que era un plato de caldo aguado y 600 grs de pan). A los dos años es trasladada a Uzbekistán en un viaje en el que ve morir a la mayoría de sus acompañantes: hacían que los niños delataran a sus padres, lo que causaba mayores asesinatos. El hambre es la palabra con la que describe su infancia: pertenece a un grupo de presos nómadas que reciben clases de inglés, matemáticas y artes. En el desierto, el agua estaba envenenada y muchos niños morían. Se les pagaba con harina a los adultos sanos que trabajaban en plantíos de algodón. En su vida adulta, ayuda con caridad todo lo que puede, pues sabe lo que es vivir sin nada. Tiene siempre lleno su refrigerador, pues prefiere sentir que está preparada y con el estómago lleno.

Zygmunt: Janina cuenta esta historia, a pesar de tratarse de la vida de un hombre, y no de una mujer como el resto de las entrevistadas: los soldados detienen a su familia cuando tenía dos años. Debido al viaje que pasa en vagones a cuarenta grados bajo cero, padece de sus piernas, que no siempre le sirven para caminar. Un chamán las frota con aceite, y le ayuda a recuperar un poco de movilidad. Su padre lleva a la familia en trineo a Uzbekistán, donde la gente hacía sopa de raíces de árboles, tortugas y perros. Su padre trabajaba con los pies congelados, pues le prohibían usar botas. Su hermano murió congelado. Estuvo en campos y hospitales en Pakistán y la India, donde aprendió inglés. Vivió más adelante en Inglaterra.

(8) Galia Safónova: nació dentro del gulag, así que lo veía como algo normal. Su madre era doctora, las dos compartían un espacio en la enfermería y gozaban de ciertos privilegios. Su madre fue embacuada cuando no quiso declarar en contra de su jefe en una investigación médica. Se hizo famosa por su ética y compasión, e incluso se le dio un caballo para atender casos en las aldeas aledañas, donde la gente cuidaba de Galia y le dibujaba libros o le daba de comer. Fue a una guardería con niños producto de las incontables violaciones que se daban en los campos de trabajo. Su madre la trataba con dureza, por eso era muy inocente y sus compañeros le hacían bromas de las que salía castigada con los guardias.

(9) Irina Emeliánova: hija de Olga Ivínskaya, el último amor de Borís Pasternak, el famoso escritor de Doctor Zhivago, y quien de hecho fue inspiración para uno de sus personajes femeninos. El autor era perseguido por no escribir conforme al régimen, pero como era intocable, buscaron vengarse de él a través de Olga e Irina. Ayudaba económicamente a Irina cuando su madre fue llevada a los campos a trabajar en el desierto, a cuarenta o cincuenta grados. A la muerte de Stalin las liberan, y Olga no quiere volver a ver a Boris porque desea paz, pero su amor es más fuerte y se reencuentran. Boris vivió sus últimos años en un triángulo amoroso entre su esposa y Olga, sin dejar a ninguna. Olga fue su secretaria cuando Doctor Zhivago comenzó a tener éxito en el extranjero, pues en la URSS no lo dejaron publicar (pero llegó a editarse en más de 20 idiomas). Irina y su novio fueron envenenados por la KGB, y les pusieron trabas para lograr casarse. Por un malentendido con dinero soviético que Boris dejó con Irina, es llevada de nuevo a Taishet con un grupo de monjas, se reencuentra con su madre y son llamadas despectivamente "las pasternakas". Años más tarde, se estableció en París y vivió de hacer traducciones.



Retacitos para el librero


¡No mirar más que por la ventanilla! / Olvidar la sed y las voces tristes, / todo lo que desde ahora queda/ excluido, borrado: / el sol que se pone sobre bosques tenebrosos, / un campo de centeno con un pequeño sendero entre las espigas./ Con hierro candente marcaron una cruz,/ les negaron la vida; se la enrejaron.
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En los campos, cada uno se tenía solo a sí mismo, su yo, su ética y su moral. Y eso incluía el cuidado de todo lo demás y de su aspecto. Algunas mujeres, por la noche, tras jornadas de doce y hasta quince horas, se peinaban, se quitaban mutuamente los piojos del pelo, se planchaban con las manos los pantalones, los únicos que tenían y con los que después se acostaban. Y retiraban la tierra de las botas para volver a embarrarlas al día siguiente (esto en verano; en invierno no había más que hielo y bancos de nieve altos como dos personas). Las que cuidaban de su aspecto velaban además por la pureza de su comportamiento y extendían su buena influencia sobre las demás, al menos sobre algunas. No sobre la mayoría, eso era imposible.
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No puedo imaginarme mi vida sin los campos. Y más todavía: si tuviera que volver a vivir otra vida, no querría ahorrarme esta experiencia. Cuanto más espantosa era la existencia, más firme resultaba ser la amistad. En la vida normal, semejantes lazos no tienen cabida. Se requieren situaciones extremas, sentimientos y emociones extremas para que ese cariño y esa solidaridad sean posibles.
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Las puestas de sol son indescriptibles. Solo un gran creador, al gastar tal cantidad de oro y púrpura, es capaz de transmitir una sensación de frío, un frío intenso, inexorable como la muerte misma, en vez de la sensación de fuego, luz y calor.
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Aquí las nubes a menudo parecen de tu puño y letra, de modo que el cielo es como una página de un manuscrito tuyo. Entonces, dejo el balancín con los cubos y leo en ellas, y todo me resulta maravilloso.
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No se produjo ningún milagro divino, los hombres no pudieron socorrerlo y su madre se quedó en la orilla barrosa dando voces desesperadas y rasgándose las vestiduras. Su cara, lo mismo que sus desnudos pechos y sus manos de lavandera, era blanca como un metal en fundición, y la gente apartaba la vista. La muerte y la desgracia siempre se muestran desnudas y da vergüenza mirarlas.
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La visión de la propia vida como la de un héroe que se sacrifica por el futuro de la humanidad produce un dulce vértigo. Es como vivir ebrio de la propia importancia. Tal vez Jesucristo experimentara algo así. Y muchos, muchos otros que se rebelaron.
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Y es que el gulag, precisamente por ser terrible, es enriquecedor. Se trata de una situación límite que te lo enseña todo sobre ti misma y sobre los que tienes a tu alrededor, sobre el ser humano. Estoy agradecida al destino por haberme mandado al gulag, por lo mucho que allí conocí y aprendí. »Aprendí por ejemplo que uno debe adaptarse a cualquier situación. La capacidad de adaptación es lo más importante en la vida.
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Según dijo Mamardashvili, un gran filósofo georgiano, ser humano consiste en el esfuerzo de serlo en todo momento.
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En las condiciones extremas en las que me tocó vivir fui testigo de cómo el hombre puede aniquilar a otro hombre con un solo gesto o cómo puede salvarle la vida únicamente mirándolo con bondad.
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Entonces me di cuenta de que uno es joven mientras hace planes para el futuro y ese futuro es un misterio que le atrae, pero al que también teme. Cuando eso deja de ocurrir, se es viejo.
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He tratado a personas que me salvaron la vida dando la suya por mí. Y a enemigos que me atacaron con un cuchillo. Más de una vez concluí que se puede sobrevivir al gulag, pero no a la mayoría de las personas que lo habita. En libertad todo es discreto, suave. Sin embargo, uno se conoce a sí mismo sólo en las situaciones más extremas. En el campo conocí el mal por el mal: hacer daño sin necesidad. De eso ningún animal es capaz, solo el hombre. Pero el ser humano también puede llevar a cabo actos buenos sin motivo. Y quien no ha conocido la amistad en un campo de concentración no puede imaginarse qué es. Algo así no existe en ninguna otra parte.
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Y ya ve, cuando fue necesario, también encontré la fuerza para hacerlo. Uno aguanta mucho más de lo que cree: es una lección que la vida me dio ya en la infancia. Y si uno quiere sacar algo de esta vida, tiene que luchar por ello y sobreponerse a los obstáculos, esta es otra lección.
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Se había enterado de que desde hacía días Borís tenía ganas de morir tranquilamente, durmiendo y soñando; pero los médicos lo despertaban con inyecciones que le insuflaban vida artificial; entonces el moribundo solía decir a sus hijos: “Estoy cansado de luchar por el talento humano, libre y juguetón. A mi alrededor, alrededor de todos nosotros, lo que hay es banalidad, vulgaridad. El mundo se hundirá en ella como en el fango”.
---

He muerto, pero tú estás viva.
Y el viento quejumbroso llora,
zarandea el bosque y la casa,
pero no cada pino, uno a uno,
sino todos los árboles a la vez,
desde las lejanías infinitas,
como cascos de veleros
meciéndose en los muelles de un puerto.
Y no lo hace por osadía
ni por una rabia inútil,
sino para atinar con la palabra justa,
en la tristeza,
que tu canción de cuna precisa.
---
Cuando me alejo de la casa donde vive Irina y camino por el París nocturno, otoñal, resuena en mi cabeza la frase que acaba de pronunciar:
—Lo más importante en la vida es sentir que te comprenden...
---

 

** Escenas Inolvidables **
Cuando lo leas, no te las pierdas.

Cada historia es importante, porque refleja la fuerza de la humanidad, y el derecho a luchar por sus convicciones.


Ficha técnica
Año: 2017
Género: recopilación, histórica
¿Real o irreal?: real, basadas en entrevistas personales que la autora hizo, de casa en casa con estas magníficas heroínas.

Escribe...

Mónika Zgustova nació en Praga, República Checa, el 22 de marzo de 1957. A los 16 años se mudó a Estados Unidos con su familia, donde comenzó a dedicarse a la escritura. Vivió un tiempo en París, pero se estableció finalmente en Barcelona. También ha trabajado en traducciones de checo, ruso, español y catalán.
Es ganadora del Premio Cálamo 2018.
Obra representativa:
Vestidas para un baile en la nieve (2017)

x ¿Lo reelerías? x

No, creo que me dio lo que necesitaba con esta recopilación, y guardo suficiente de su trabajo con esta memoria.




"Mi lección de la historia ya la he dado"






Lee conmigo en: https://www.lectulandia.co/book/vestidas-para-un-baile-en-la-nieve/




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