[ 2021 lectura lineal ] Almas grises - Philippe Claudel [ #22 - 7mo año ]

 

Pero qué pedazo de obra es esta. Quinta novela del escritor y cineasta francés Philippe Claudel, sale a la luz en 2003 y nos encuentra con una narrativa intrigante, natural como el curso de los pensamientos, lista para ser disfrutada por todo tipo de público, aunque claro, debido a la tragedia y a ese halo de tristeza que contiene cada personaje, es mejor que un adulto (que ya ha procesado esta sensación tan peculiar en la vida) sea quien la lea y disfrute página por página.

Almas grises cuenta la historia de un asesinato. Una pequeña de apenas una década de edad, que es encontrada ahorcada y abandonada en un canal de un pueblito francés en época de la Primera Guerra Mundial. Entremezcla inocencia, corrupción, miedo, destrucción, la mutilación de una guerra que toma por sorpresa a una pequeña comunidad donde todo es simple y aburrido.

Leerla es simplemente adictivo. No te habla simplemente de investigar quién es el asesino, sino de lo que siente y padece cada uno de sus personajes. Entrelaza sus historias, justifica sus acciones, y te contagia de sus tristezas. 

Y es que no somos almas negras ni blancas, sino contrastadas: somos almas grises.

Un narrador, cuyo nombre está bien escondido, se desempeña como policía al momento del asesinato. Recuerda ese caso muchos años después, porque no queda conforme con la resolución y se ha enmarañado con los fantasmas de los sospechosos, anidando con ellos toda una vida de amarguras y arrepentimientos. Le duele en el alma que la pequeña Belle fuese asesinada, e indaga por su cuenta a pesar de ser obstaculizado y humillado por el juez Mierck y su compinche el coronel Matziev, interesados en la crueldad, la juerga y el vino. Le aguardaba en casa Clemence, una esposa amorosa y de un embarazo bastante avanzado, que no hacía otra cosa que soñar con la llegada de su bebé. Se envuelve tanto en el asesinato, que va dejando de lado su verdadero hogar, causándole un resentimiento que lo obliga a escribir, detalle a detalle, la personalidad de los habitantes de V, el pueblo donde sucedió todo. Escribir es la única forma que tiene de no aislarse por completo, de poder tener una voz.

Pierre Ange Destinat es su primer amigo y enemigo a analizar. Es Fiscal del pueblo al momento del asesinato. Un hombre reservado, respetado, del que poco se sabe más allá de las enormes puertas de su Palacio. Su padre le había dejado una famosa herencia, que a su muerte quedaría en el olvido, pues era hijo único y había enviudado tan pronto, que no le alcanzó la vida para ser padre. Su esposa, consumida por una depresión, muere apenas a los seis meses de su matrimonio, convirtiéndose en una diosa lejana, una esperanza, un espejismo. Pierre Ange sólo vive entonces para su recuerdo. Logra enamorarse nuevamente al conocer a la maestra del pueblo, Lysia. Es tan parecida a su mujer, que queda como bobo cada que se la encuentra. La deja vivir en una de las casas de huéspedes de su Palacio, pero no puede acercarse lo suficiente porque carece de toda habilidad social: el aislamiento autoimpuesto se las ha arrebatado. Luego de ella, su nueva obsesión es la pequeña Belle, quien es mesera en algunos de sus eventos privados, y a quien ve con ojos de ternura, inocencia y amor.

Bourrache, padre de la niña, es dueño del restaurante más famoso de V. Le ha reservado una mesa al Fiscal para cada día del año, aunque casi no visite su restaurante. Es un hombre al que el dinero le llama y le posee, pero que sufre un gran golpe por el asesinato de su pequeña.

Los villanos de la historia aparecen con Mierck, el juez que no simpatiza ni empatiza con ningún habitante de V. Parece importarle poco Belle y la obtención de justicia, a pesar de ser cliente frecuente del restaurante de Bourrache, donde come y bebe hasta más allá del sacio. Sólo conocía el odio y el desprecio, y por ello simpatizaba con el otro villano, Matziev, quien despertaba en él un especial deseo y talento para la tortura. Matziev aparece como coronel de guerra "refuerzo" para solucionar el asesinato, el cual no le interesaba para nada. Mierck lo vuelve el mismo ser despreciable que él, atiborrado de comida y bebida mientras las injusticias corren a su lado.

Pero la historia también tiene un lado dulce y tierno en el personaje de Lysia, la jovencita hermosa que llega como reemplazo de los dos desafortunados maestros caídos. Todos son seducidos con su belleza y ternura, con lo fácil que resultaba quererla y admirarla. Sin embargo ella llevaba su propia pena consigo: se había ido a un pueblo tan lejano sólo para estar cerca del frente, donde su prometido combatía, y de quien esperaba esperanzada cada día recibir una carta.

Josephine es otro de esos personajes humillados y acallados. Tiene un importante testimonio sobre el asesinato, ¡ha logrado ver al asesino! Pero los villanos la han despreciado porque es una indigente tachada de alcohólica por la que nadie, más que el narrador, puede abogar. Dolida por la humillación, entiende que Belle no hallará justicia.

Y al final podemos mencionar a Maurice y Yann, los soldados desertores muertos de miedo y orgullo que son elegidos como conejillos de indias para "dar al pueblo un cierre justo sobre el asesinato". Soldados que son torturados y masacrados a manos de Mierck y Matziev, peores que las balas de cañón que buscaban esquivar en la guerra.

Pueden probar un poco de su excelente voz en estas frases:

Vestía a la moda de un tiempo amable que ya había dejado de existir.
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La muerte súbita se lleva las cosas hermosas, pero las conserva tal como eran. Ésa es su auténtica grandeza. Contra eso no se puede luchar.
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Pero me decía que había tiempo. Ésa es la gran estupidez del ser humano, decirse siempre que hay tiempo, que podrá hacer esto o lo otro mañana, dentro de tres días, el año que viene, dos horas más tarde… Y luego todo se muere, y nos vemos siguiendo ataúdes, lo que no facilita la conversación.
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La vida no admite retornos.
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Si tuviera buenos cacharros de cobre, los colgaría igual, y producirían el mismo efecto, la sensación de que el mundo no es tan feo, de que a veces hay pequeños reflejos dorados, y de que en el fondo la vida no es más que la búsqueda de esas migajas de oro.
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En el cielo azul grisáceo, la primera estrella pone un clavo de plata.
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Cada día, sin ni siquiera darnos cuenta, matamos a mucha gente, de pensamiento y de palabra. Bien mirado, al lado de todos esos crímenes abstractos, los asesinatos reales son escasos. El equilibrio entre nuestros deseos culpables y la realidad absoluta sólo se da en las guerras.
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La vida es curiosa. No avisa. Lo mezcla todo, sin dejarte elegir, de modo que a un instante de dicha le sucede otro de sangre, así, sin más. A veces pienso que somos como una piedrecilla en el camino, que permanece durante días en el mismo sitio, hasta que el pie de un paseante choca con ella y la lanza por los aires, sin razón. ¿Y qué puede hacer una piedra?
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Se fue con sus pesares y me dejó a mí con los míos. Yo sabía, y sin duda él también, que se puede vivir en el pesar como en un país.
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Cuando se vive entre flores, no se piensa en las espinas.

 Philippe Claudel, la brillante mente detrás de esta narración, nació el 2 de febrero de 1962 en Nancy, Francia. Se desempeña como guionista de cine y televisión, además de como profesor de Antropología y Literatura. Ha sido galardonado con premios como el Francia Televisión (2000), Goncourt (2003, 2007), o Renaudot (2003).

¡Y claro que pienso seguir sumergida en su literatura, me ha parecido un escritor grandioso!

Vamos, leelo conmigo en: https://www.lectulandia.co/book/almas-grises/