Viola Ardone, la autora de la semana, nació en Nápoles, Italia, en 1974. Estudió literatura y se ha dedicado a la docencia, enseñando latín e italiano. Su obra el tren de los niños le ha valido el éxito internacional, ya que se ha publicado en 25 países. La autora cree que la época de la posguerra "es una mina de historias no contadas", y ha usado el sentimiento de solidaridad colectivo de aquellos años para darnos una hermosa lección de supervivencia y amor...
Amerigo es un chico de ocho años que vive con su madre en un piso pequeño en el medio de la algarabía de los barrios bajos del sur de Italia. Son pobres, deben mendigar trapos viejos para coserlos y vender ropa de uso en los tianguis. Amerí, como le dicen de cariño, no puede estudiar ni dedicarse a nada, porque apenas hay pan en la mesa. Pero todo cambia cuando un colectivo de mujeres comunistas invitan a las madres en miseria a entregar a sus hijos a familias acomodadas en el norte del país, para que pasen un invierno con calor de hogar, alimento y educación. Antonietta, su madre, ya perdió un hijo (Luigi, mayor que Amerí) por una pulmonía mal cuidada, así que decide mandarlo en el tren con los demás niños que apreciarán la oferta.
Amerí era un niño astuto y amoroso que se conformaba con su miseria por amor a su madre, aunque deseaba más cariño de su parte: la señora era seca, le decía que era como la mala hierba y no solía apreciar sus pequeños triunfos, pero era la madre que le había tocado y creía que la vida iba bien así.
Tommasino era el mejor amigo de Amerí, con el que recorría las calles en busca de diabluras. Su familia había caído en desgracia, y ni sus padres ni la señora Antonietta veían a bien la amistad de los dos niños, pero ellos subieron juntos al tren y juntos temieron ser secuestrados, llevados a trabajos forzados en Rusia o peor aún, ser testigos de cómo les cortaban las manos o la lengua, pues eso se decía de los comunistas en una época donde el pueblo aún se dividía entre revolución y monarquía.
Amerí era un niño astuto y amoroso que se conformaba con su miseria por amor a su madre, aunque deseaba más cariño de su parte: la señora era seca, le decía que era como la mala hierba y no solía apreciar sus pequeños triunfos, pero era la madre que le había tocado y creía que la vida iba bien así.
Tommasino era el mejor amigo de Amerí, con el que recorría las calles en busca de diabluras. Su familia había caído en desgracia, y ni sus padres ni la señora Antonietta veían a bien la amistad de los dos niños, pero ellos subieron juntos al tren y juntos temieron ser secuestrados, llevados a trabajos forzados en Rusia o peor aún, ser testigos de cómo les cortaban las manos o la lengua, pues eso se decía de los comunistas en una época donde el pueblo aún se dividía entre revolución y monarquía.
Junto con ellos viaja la pequeña Mariuccia, hija del zapatero del pueblo, quien enviudó y odiaba hacerse cargo de cuatro hijos, así que creyó que los demás al ser varones le darían mayor beneficio que ella, y simplemente la abandonó a su suerte.
Todos son apoyados por Maddalena, una de las líderes del movimiento comunista, que confiaba en el feminismo y en la bondad de las personas. Había calculado por meses la hazaña, emparejando a cada niño con una buena familia.
Amerí teme no ser adoptado, pues de último momento es elegido por Derna, una mujer solitaria que no pensaba adoptar, pero que lo aceptó porque su familia destinada tuvo un contratiempo. Derna apoyaba al partido comunista, pero su experiencia en cuidado de niños era nula, aunque su enorme corazón dio cobijo a Amerí, quien poco a poco fue perdiendo el miedo a ser mutilado.
Derna le lleva a casa de su prima Rosa, una excelente ama de casa y cocinera, madre de Rivo, Lucio y Nario (Rivolucionario), los niños que serán hermanos de Amerí por una breve temporada. Y su esposo, el reparador de instrumentos musicales Alcine, descubrirá en él el talento innato que tiene para el violín, ya que a Amerí le gustaba pasearse por el conservatorio y escuchar a los estudiantes, entre los que se encontraba su amiga Carolina, quien de a pocos le fue enseñando el do-re-mi-fa-sol-la-si...
Derna le lleva a casa de su prima Rosa, una excelente ama de casa y cocinera, madre de Rivo, Lucio y Nario (Rivolucionario), los niños que serán hermanos de Amerí por una breve temporada. Y su esposo, el reparador de instrumentos musicales Alcine, descubrirá en él el talento innato que tiene para el violín, ya que a Amerí le gustaba pasearse por el conservatorio y escuchar a los estudiantes, entre los que se encontraba su amiga Carolina, quien de a pocos le fue enseñando el do-re-mi-fa-sol-la-si...
Amerí descubre un mundo maravilloso de amor, comida, música, estudios, playa, vida de granja y amistad, pero debe volver al empezar la primavera. Se encuentra entonces con una Antonietta resentida con la pobreza, harta de la caridad, que arremete contra todo lo que su hijo adquirió en el norte y lo obliga a trabajar de nuevo y abandonar sus esperanzas con la música, pues la miseria es su único camino, el único con el que los dos están casados y no podrá ser más el sueño del norte. Amerí cosecha un resentimiento que le hace decidir sobre su vida y su futuro, por encima de su labor como hijo.
Amerí deberá crecer con una difusa imagen de maternidad y amistad, venida de las solteronas de su barrio, la Tolondra y la Sinsueldos, mujeres mayores que harán de madres y consejeras, y entenderán las necesidades que tiene un niño de salir de la pobreza.
Con esta novela el lector amará, odiará, aventará el libro por la ventana. Se identificará con el dolor de los niños, con la angustia de las madres, con el sacrificio colectivo por lograr un mundo menos hostil. Todos serán el niño aventurero, la madre dolida por saber que no puede darle más a su hijo, la comunista que intentará salvar su propia historia a través de la vida de otros, la familia adoptiva, que se encariñará a muerte con su desdichado protegido, e incluso será el Amerí adulto, quien vuelve a su pueblo convertido en un hombre que su madre jamás imaginó.
Amerí es la muestra de la dolorosa relación que a veces se da entre madres e hijos que no logran comprenderse, que no van hacia el mismo camino. Es la muestra de que el amor no siempre debe ser en presencia física el uno del otro, y que los errores pueden saldarse antes de la muerte.
Es una historia de amor, de sanación personal, de autosuficiencia y de mucho, mucho coraje por la vida, enmarcada en una época de pobreza suficiente para volver loco a cualquiera.
—Yo
ya me sé los números —le digo, a ver si cuela—. ¡Sé contar con los dedos hasta
diez veces diez!
—Tienes que aprenderte las letras, las divisiones, la geografía…
—Las letras no me gustan. Mamá no se las sabe. ¿Para qué sirven?
—Para no dejarse engañar por los que las saben. Vamos…
---
Pero la muerte es mezquina y prepotente, va a cazar a la gente donde están sus costumbres, sus pobres certezas y sus vicios. Cada uno de nosotros perfecciona una estrategia para no morir, y se equivoca.
---
«El amor siempre está lleno de malentendidos»
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—Tienes que aprenderte las letras, las divisiones, la geografía…
—Las letras no me gustan. Mamá no se las sabe. ¿Para qué sirven?
—Para no dejarse engañar por los que las saben. Vamos…
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Pero la muerte es mezquina y prepotente, va a cazar a la gente donde están sus costumbres, sus pobres certezas y sus vicios. Cada uno de nosotros perfecciona una estrategia para no morir, y se equivoca.
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«El amor siempre está lleno de malentendidos»
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Si te gustan las lecturas que te desarman y te reconstruyen de nuevo (con más amor), no dudes en buscártela en https://www.lectulandia.co/book/el-tren-de-los-ninos/
De verdad es una joya que recomiendo mucho.
Y esta es la maravillosa cara detrás de la magia:
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