[ 2021 lectura lineal ] Muerte a crédito - Louis-Ferdinand Céline [ #29 - 7mo año ]

 

Hay algunos autores que resultan confusos porque presentan narrativas profundamente personales, es decir, acercarse a su obra es como adentrarse en su cerebro y leer de primera fuente sus pensamientos personales como van, sin filtros. Bueno, pues así es Céline. El año pasado leí una de sus obras más famosas, viaje al fin de la noche, y no entendí nada. Trato aún de recordar y no me llega. Y fue justo porque no logré meterme en su cabeza.

Céline fue un escritor francés que pisó esta tierra del 27 de mayo de 1894 al 1ro de julio de 1961. Muerte a crédito fue su segunda novela, justo después de viaje al fin de la noche, y la escribió en 1936.

Es una autobiografía de sus primeros años, en los que recuerda y ensalza el trato recibido por sus padres (que no fue el esperado, por cierto). Su madre vendía encajes primero en una tienda, y cuando la crisis empezó, iba de casa en casa a ofrecer la mercancía y Ferdinand le acompañaba a regañadientes porque era el único hijo y debía ver cómo le quedaban a deber bajo pretextos grotescos, o simplemente desaparecían cuando había que acabar de abonar. Su madre vivía en constante crisis de nervios y furia por no contar con el sustento suficiente para la casa. Una constante en el retrato de su infancia es el acoso sexual que recibe por parte de las clientas de su madre, que siempre le piden que las toque o las bese porque lo veían como un niño hermoso. Pero sus padres no le prestaban suficiente atención: siempre estaba sucio y oloroso, y les hacía pagar el descuido con berrinches sonoros en público, para dejarlos en ridículo. Enfermaba a menudo de vómitos y fiebres y tampoco podía recibir cuidados médicos: nunca había con qué pagarlos.

Su madre, Clemence, aunque trata de amarlo y protegerlo, una parte de ella cree que es un vago, un rebelde que disfruta haciéndola sufrir y maltratando a su padre, quien siempre tuvo expectativas altas de él. Para su madre, el único y mejor era el padre, en las comparaciones mentales que hacía sobre ellos nunca podía ganar su hijo: no era perfecto. Por ello, debía dedicar cuerpo y alma a salvar a su esposo, a hacerlo sentir mejor tras la vergüenza de hijo que compartían. Pronto se enferma de úlceras en una pierna, que empeoran conforme pasa el tiempo y le dificultan el trabajo. Se dejaba humillar por las clientas adineradas con tal de ganar unos centavos, ¡pero no conforme con la burla, ellas eran las que le robaban, aprovechando que le costaba tanto ponerse sola de pie!

Auguste, el padre, siempre quiso ser marinero, pero tuvo que conformarse con trabajar en una cocina donde era humillado por su jefe. Su vida era monótona y sufría decepciones. Su vida es un constante entrar y salir de crisis psicópatas, en las que agota la paciencia de los vecinos y empeora los pesares de su esposa.  Fanfarroneaba y llamaba la atención por su buen físico, de lo que Clemence se hartaba de presumir.

Ferdinand contaba con el amoroso apoyo de Caroline, su abuela materna, quien no soportaba al vago de Auguste, pero se queda con ellos para enseñar un poco al nieto a leer, escribir, y encargarse de las ventas.

Otra figura de gran respeto para Céline fue su tío materno Eduard, quien le tiene la confianza y paciencia que sus padres habían olvidado.

Ferdinand no aprende nada en la escuela, se aburre y sufre burlas por parte de sus compañeros. Le obligan a buscar trabajo tras graduarse (ayudado por sus profesores). Empieza en un almacén, donde le acecha el cansancio y maltrato de su jefe, quien busca toda clase de pretextos para echarlo. Su segundo empleo fue como vendedor de joyas de mala calidad, a las que se esforzaba por sacar brillo a pesar de su fealdad, pero una traición por parte de la dueña (que no dejaba alma alguna entrar a su taller sin antes pasarse por su cama) le hace buscar un tercer intento para no seguir dando la razón a sus padres sobre lo fracasado que es. Sin embargo, su tío aboga por una nueva aventura en Inglaterra, aprendiendo idiomas será más solicitado a su vuelta.

El señor y la señora Merrywin llevan una escuela para caballeros en la que Ferdinand es el rebelde del grupo y en la que continuó con su necedad de no querer aprender nada, por más que su familia se gastaba la herencia de la abuela en pagar sus colegiaturas. Ahí se acomoda, entre lluvia, neblina, deseo por la señora, y actos homosexuales con uno de sus compañeros, que parecía fascinado de ser el perrito de todos.
Nora, la señora, le ocupa como niñero de su hijo con retraso mental, pero una mala racha les aqueja y él, que tantos deseos tenía de meterla en su cama, debe volver a Francia con sus padres. Harto de sus insultos y de lo poco que le valoran, toma una oferta de aprendiz con Courtial, un inventor soñador y poco realista cuyas presentaciones siempre salen mal. Amaña rifas y hace un doctorado de engaños y mentiras, pero se la pasa bien porque tanto él como su esposa lo tratan con cariño, ya que sus padres se alegran de que esté lo más lejos posible de ellos. Pero la traición y la desgracia les alcanza, y de nuevo debe huir. Se involucra en un negocio de agricultura en el que tendrán sus propios pupilos, pues Courtial es orgulloso y requiere proyectos ambiciosos en los que deposite todo su saber.

Courtial le enseña de negocios, imprenta, astronomía, matemáticas e ingeniería, es como un segundo padre y ambos se acoplan a la perfección. Para el inventor, la fama y el reconocimiento son muy importantes y deben cuidarse, por eso publica cuantos manuales puede, demostrando su potencial intelectual al mundo.

Pero todo su talento era comparable con las deudas con las que vivía...
Irene, su esposa, le ama tanto como le desprecia por las veces que la abandona por proyectos inconclusos en los que nadie cree. Quiere calmarlo y se le va la vida en intentarlo.

Auguste quiere que su hijo sea militar, le hace creer que es la única forma en que puede perdonarle la desgracia que es para la familia, y harto de los fracasos, Ferdinand lo considera, mientras duerme seguro en la casa de su tío...

»—¡Oh, Muerte! Devuélveme un poco de tiempo… ¡un día o dos! Quiero saber quién me ha traicionado… »
—Todo traiciona, Gwendor… Las pasiones no pertenecen a nadie, el amor, sobre todo, no es sino flor de vida en el jardín de la juventud.
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A mí no me gustaban las preguntas. En seguida me enfurruñaba… Confesar atrae las desgracias.
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La edad es la putada mayor… Los niños son como los años, no los vuelves a ver nunca más.

La vida del autor se pone más interesante con los años: logra ir a ambas grandes guerras, una lesión le da un reconocimiento honorífico y vive diversas aventuras viajando por el mundo. Este libro es sólo una aproximación a su infancia y a la forma en que comenzó a ver el mundo, las relaciones, el sexo y las carencias. Es un espejo de la realidad de cientos de ciudadanos que vivían al día (o ni eso), que no comían, no se curaban de sus enfermedades y no podían controlar las deplorables condiciones de sus viviendas. Gente acostumbrada al prejuicio, la lucha de clases...y el hambre.

La recomiendo para adultos, ya que contiene diversas alusiones sexuales bastante explícitas, además de imágenes fuertes de violencia y pobreza.

Todas las precauciones son pocas con las palabras.

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