[ 2021 lectura lineal ] Aprender a hablar con las plantas - Marta Orriols Balaguer [ #33 - 7mo año ]

 

Este libro me ha hecho llorar. Tal cual. Y es que todo el que esté pasando por un duelo, puede reconocerse en estas letras.

Para mí es nueva esta mujer, Marta Orriols, una escritora española nacida en el 75, que de hecho es historiadora de arte y guionista, y que ganó el premio Ómnimun a la mejor novela del año por esta obra que estoy reseñando (esto en 2018).

Aprender a hablar con las plantas es una historia lineal, de pocos personajes, y sumamente compleja, pues trata de una emoción delicada: el duelo tras la muerte de uno de tus pilares.

Paula es una neonatóloga en sus cuarenta, juntada con Mauro, con quien tiene una vida cómoda y rutinaria que cree que va muy bien, hasta que la cita para decirle que hay alguien más en su vida y que es hora de terminar.
Lo peor no es aquello, sino que, mientras está tratando de digerir la noticia, Mauro tiene un accidente y muere antes de que ella llegue al hospital y no puede decirle ni pío.
A partir de aquí, se desencadena toda una serie de procesos lentos y dolorosos en los que vivirá su doble duelo: la mujer engañada y dolida, y la mujer viuda.

Nadie puede saberlo, o cambiará la imagen que tienen de los dos, así que se lo traga y va por la vida como zombie, tratando de reconectar. Conoce en el aeropuerto a Quim, un carpintero que le ayuda a estabilizarse. Apoyada en sus amigas del colegio y del hospital, y otro poco por Nacho, el mejor amigo de Mauro que siempre ha estado en la vida de la pareja, calla y finge que no pasa nada mientras se reajusta en su mente la historia entera de su vida.
Ayudada por su padre, quien también quedó viudo hace muchos años, viajamos con Paula a través de sus emociones hasta hacerla explotar y dejar que cicatricen las heridas en un camino hermoso que todos los que hemos perdido a alguien, hemos sabido recorrer.

Papá llegó al aula acompañado por la directora, que llamó a la puerta justo cuando el profesor de naturales nos acababa de explicar que había animales vertebrados y animales invertebrados. El recuerdo de la muerte de mamá ha quedado vinculado para siempre a la letra blanca de tiza sobre el verde de la pizarra que dividía el reino animal en dos. Todos los que hasta entonces habían sido mis iguales me observaban con una mirada nueva, y yo, muy quieta, sentía cómo me retiraba a un tercer reino, el de los animales heridos a los que siempre les faltaría una madre.
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Cuando la muerte deja de pertenecer a los demás, es necesario hacerle un hueco con esmero al otro lado del arrecife, porque, si no, ocuparía todo el Página 9 espacio con absoluta libertad. Morir no es místico. Morir es físico, es lógico, es real.
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Mi dolor es mío y la única unidad de medida posible para calibrarlo es la intimidad de todo aquello que conforma el cómo. Cómo lo quise, cómo me quiso. De qué manera única ya no éramos los que fuimos, y por ello, de qué manera única yo lo sabré llorar.
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Mi abuela siempre decía que es mejor esperar lo malo con cariño, si lo malo es tan malo que hasta lo puedes ver venir.
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El odio y el amor a veces se acoplan en una sola bola, como gotas de mercurio, y de la amalgama surge un sentimiento pesante y tóxico y extrañamente añorado. Eso es lo que irrita. La añoranza, a pesar de todo.
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El olvido tendría que ser un proceso natural. Se tendría que poder olvidar en el mismo momento en que uno toma la decisión de olvidar. Olvidar debería ser inmediato; de lo contrario, recordar se convierte en una degradación, en un acto de resistencia.
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«Confía, Paula, confía en él, confía en que “las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Cambia, Paula».
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Sentirse solo genera una emoción diferente, una invitación a la vitalidad y a la resistencia. «El mundo es de los valientes», le digo a la cobarde reflejada en el cristal.
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Cuando se es pequeño se perciben muchas cosas, pero el ímpetu para cambiarlas es demasiado débil.
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Le hemos explicado unas cuantas veces que te has muerto, pero de vez en cuando vuelve a preguntar por ti. Pasarán los años y yo envejeceré, encogeré uno o dos centímetros, el pelo canoso, arrugas por doquier, y en la foto de la verbena seguiremos estando los dos para siempre, yo en pasado y tú en presente.

No puedes perderte esta belleza. Significa una conexión contigo mismo, un negar y negar hasta que tengas que vomitarte a ti mismo la verdad. Un recordatorio de que debemos tomar decisiones, o ellas nos tomarán a nosotros, pero sobre todo, es un bello testimonio de que el amor prevalece, no importando si hubo cambiado o no en los últimos tiempos que se compartió.

Por favor, te lo pido, lee conmigo en: https://www.lectulandia.co/book/aprender-a-hablar-con-las-plantas/