Durante los últimos meses las noticias se han llenado de evidencias sobre diversos grupos de migrantes que, incluso ya molestos, han llegado a pasar un buen tiempo en suelo mexicano sin que se resuelva su situación legal.
Apátridas:
así
se sienten, abandonados por sus propios gobiernos. Se han ido de sus casas por
una migración forzada, impulsada por el hambre, la falta de empleo, las
amenazas, persecuciones políticas o religiosas, y la inseguridad. Ejercen un derecho
de huida hacia lugares que consideran más seguros, ya sea por sus
ideales políticos, o simplemente por su posición económica. Aunque también
podemos colocar en la lista de razones a los desastres naturales.
En
tan solo quince años, de 2000 a 2015, el número de migrantes en el mundo ha
aumentado de 173 a 244 millones. A causa de la degradación de la tierra, 250
millones de personas son directamente perjudicadas y unos 100 millones se
encuentran en zonas de riesgo repartidas en más de 100 países. Entre ellos se
encuentran las personas más pobres, marginadas y sin representación política. (Coraza
de los Santos, 2020, p.136).
Dentro
de la migración juega un papel importante la urgencia con la que se realiza,
ya que hay migraciones grupales en las que cuentan con tiempo suficiente para
trazar una ruta, dialogar un plan y hacer una maleta, mientras que las
migraciones urgentes se realizan furtivamente, llevando a la mano sólo la
billetera y los documentos de identidad.
La
migración nace como última alternativa luego de verse violado el derecho
básico de un ciudadano de tener una vida digna. Y es que todos queremos,
tenemos derecho y buscamos ser felices, no tener que preocuparnos por dónde
dormir o qué comer, y poder transmitir dicha estabilidad y seguridad a nuestros
hijos.
Cuando
un grupo migrante es amenazado, se va con sentimientos entrecruzados de
destierro y exclusión. Mientras la amenaza persista, no puede volver a su
lugar de origen. Pierden su ciudadanía, no pueden renovar sus licencias, y
quedan en el limbo político. Dichos sentimientos de inconformidad y violación les
enojan y frustran, inyectándoles una fuerza y potencia que, en algunos casos,
se confunde con violencia o decisión a romper las reglas de los territorios que
van pisando.
La
migración puede comenzar siendo regional: el grupo puede cambiar de
ciudad o de estado, y si eso no funciona, considerar la salida del país. Esta
es apresurada cuando los grupos terroristas o narcotraficantes comienzan a
reclutar ciudadanos.
Las
migraciones en Latinoamérica comenzaron en el siglo XIX en cuatro etapas
fundamentales: las migraciones transoceánicas (que atrajeron a 55
millones de europeos), las migraciones internas por la crisis económica
de los 30 y 40 (que obligaron al campesinado a moverse hacia las grandes
ciudades), las migraciones transfronterizas (inspirada por conflictos
políticos en la década de los 60), y aquellas relacionadas con la globalización
en la que vivimos (de la que se desprende que, desde el inicio de siglo, más de
20 millones de latinos vivan en países ajenos a su procedencia).
El
migrante cree que sus posibilidades mejorarán, que será parte de la
modernidad y tendrá acceso a los avances tecnológicos. Esto es parte del
pensamiento humano, confirmado en Maslow (citado por Aruj, 2008).
El
ser humano está objetivamente orientado hacia la búsqueda de metas y objetivos
para la satisfacción de sus necesidades, tanto biológicas como cognitivas, y en
los países expulsores, las condiciones para lograr esos objetivos están
cortadas por la situación de crisis permanente y violencia perpetua (p.5).
El
país que va perdiendo a sus ciudadanos puede ver disminuido su conflicto
social conforme menos habitantes maneje. Irónicamente, las oportunidades
que el migrante abandona, las tomará un nuevo paisano, es decir, se abrirán
ofertas de trabajo y oportunidades educativas y sanitarias por la disminución
de la saturación poblacional. También pueden beneficiarse, si el migrante
logra acomodarse en una nueva nación, con las remesas enviadas a sus familiares,
ya que pueden aumentar el PIB del país emisor de un modo considerable (en 2005,
las remesas de latinoamericanos y caribeños fueron de casi 49 millones de
dólares, según datos del Banco Mundial).
En
contraparte, en el país receptor puede sufrir terribles consecuencias con una
migración masiva y de bajo control: pérdida de fuentes de empleo, desequilibrio
económico, escasez de recursos naturales (habrá más bocas que alimentar),
propensión a la xenofobia (causada porque los sueldos de los nativos disminuyen
para que alcance pagarles a los migrantes), etc.
Si es
que el migrante decide quedarse en un país transitorio (como en el caso
de México) el país sufre ciertas desventajas más permanentes, como el paracaidismo
o uso ilegal de terrenos para construcción de hogares, la sobrepoblación en
las escuelas, el contagio de enfermedades endémicas propagadas por el migrante,
aumento de tráfico ilegal de personas y drogas, así como de prostitución o
juego de azar como parte de la economía informal (traducida en mayor
ambulantaje).
Son
muchos los obstáculos que el migrante debe superar: las largas caminatas (en
las que la deshidratación y las quemaduras en la piel son el pan de cada día), eventos
de violencia con los elementos de seguridad del país receptor (recientemente el
presidente de México declaró que un contingente de 28 mil elementos de la
Guardia Nacional , ejército y marina serían enviados a combatir a los 10 mil
migrantes que consideraban llegar pronto a Coahuila), hambre, inseguridad,
robos, violaciones, sustracciones para ser obligados a militar en un grupo
criminal, pobreza, accidentes automovilísticos, abandonos en cabinas de
trailers donde mueren por asfixia e inanición, falta de atención legal, accidentes
mortales (se calcula que entre 400 mil y 500 mil migrantes suben al tren conocido
como La Bestia cada año, pero se escuchan varios testimonios de personas que
caen y sufren degollamiento o amputación de miembros), etc. Y, si logran
encontrar un empleo, suelen ser explotados por un patrón que aprovecha su
condición para pagar un salario más bajo, retener sus documentos y obligarle a
cubrir horas extras. Se calcula que el migrante gana un aproximado de 8 dólares
por hora, pero no se considera la vida cara que este país exige, a pesar de las
carencias a las que deban someterse. Muchos deben tener dos o hasta tres
empleos para conseguir un ahorro consistente para enviar a sus familiares.
También
existen otros problemas internos para los viajantes: en las caravanas que
actualmente suceden en México, se calcula que viajan aproximadamente 5 mil
menores de edad. Niños que están sometidos a enfermedades, peligros y
privaciones, como el derecho a estudiar o a tener una vida familiar estable y
segura. Existen programas que buscan el acomodo del menor en hogares
temporales, o la asistencia a escuelas improvisadas mientras se encuentran
varados en espera de sus papeles: según el INIDE (Instituto de Investigaciones
para el Desarrollo de la Educación), sólo el 18% de los niños migrantes
asiste a la escuela, convirtiéndolos en la población más excluida del sistema
educativo. Los que logran estudiar, no terminan la secundaria. Este rezago
educativo se nota, por ejemplo, en la Evaluación del Logro referida a los
Centros Escolares (ELCE), que denota que aquellos migrantes graduados de educación
primaria presentan los niveles más bajos en Lenguaje y Comunicación en el 74%
de la planilla estudiantil, y el 79.7% en Matemáticas.
Esta
caravana es de más de 15 mil personas que provienen principalmente de
Centroamérica (Haití, Honduras y Cuba). También se encuentran venezolanos e
incluso algunos africanos. Todavía les quedan unos 5 mil kilómetros de viaje
antes de llegar a la frontera con los Estados Unidos, su destino final. Buscan
el afamado sueño americano. Cargan pancartas anunciando que no son
criminales, que sólo quieren trabajar y sobrevivir, y que en sus países
ya no pueden hacerlo.
Sin
importarles las restricciones por Covid que existieron por un buen tiempo en la
frontera, en el mes de abril intentaron cruzarla hasta 8 mil migrantes por
día. En 2021 se registró la llegada de dos millones de migrantes según
datos de la policía fronteriza. Estados Unidos ha recalcado en diferentes
ocasiones que no les dejará pasar, invitándoles a volver a su país y evitar
más accidentes y desgracias.
Las
grandes movilizaciones humanas ahora no sólo buscan llegar, sino ser
escuchadas: los migrantes de la caravana activa en México buscaban llamar la
atención durante la Cumbre de las Américas, a realizarse justamente esta semana
en Los Ángeles, California, Estados Unidos.
Para
enfatizar la gravedad de la situación, hablemos de cifras:
- Se
calcula que cada hora 58 latinoamericanos abandonan su país de origen con la
intención de no volver. Esto se traduce en 1’388 al día y medio millón
de migrantes al año.
- En
Ecuador, la migración ha estado relacionada con los bajos salarios. Los países
de destino usual son Estados Unidos y España.
- En
Venezuela, la causa primordial son los problemas políticos, que desencadenan
inseguridad, violencia y desempleo. Ellos buscan dirigirse a los Estados
Unidos, Italia, España y Portugal.
- Colombia
sufrió especialmente del narcotráfico y la crisis económica, factores que
dieron como resultado 1.36 millones de migrantes entre 1996 y 2001 que se
dirigieron principalmente a Estados Unidos, Canadá, Venezuela y España.
- Dos
millones de brasileños se han acomodado de modo ilegal en Europa, Japón y
Estados Unidos desde 2020.
- Argentina
había tenido una cifra base de migración de 12 mil personas al año desde la
década de los 50, pero esta se disparó en 2002, hasta las 200 mil personas,
quienes huían de la recesión económica.
En
este punto, sucede otro drama: la identificación de los cuerpos. La
repatriación del cadáver dependerá de la pronta localización de los familiares,
y de no suceder esto, el cuerpo puede quedarse en una morgue hasta por cinco
años en calidad de desconocido. Apenas el año pasado, fueron devueltos a
Honduras los cuerpos de 450 migrantes fallecidos durante su viaje, los cuales
constituyeron un 50% más de los repatriados en 2020.
Considero
que cada gobierno debería usar y justificar su presupuesto para migración,
que en México se calcula que ronda en los 137 millones de pesos para
habilitar albergues y agilizar los procesos legales de estas personas. También
se requiere de mayor difusión social de las ONG que se dedican a la recolección
de ropa, la entrega de alimentos, los chequeos médicos, el cuidado de niños, y
demás atenciones básicas con las que el migrante debe contar durante su paso
por el país.
El
gobierno de México cuenta con un programa llamado Grupos Beta de Protección
a Migrantes que se coloca en las zonas donde es más fácil encontrarles y
proveerles servicios como orientación sobre sus derechos humanos, primeros
auxilios, defensa ante la criminalidad, asistencia para la obtención de
permisos de pase legal, rescate y salvamento terrestre y aéreo, ayuda
humanitaria, búsqueda de personas extraviadas, atención de crisis, monitoreo
por GPS, canalización a sitios seguros, etc. desde 1990. En la actualidad,
existen 22 grupos Beta trabajando en 9 estados, que son Baja California,
Sonora, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Chiapas y Oaxaca.
Si la
sociedad civil ayuda, desde un aventón para evitar el
cansancio, hasta la donación de víveres, puede hacer que su camino no sea tan
infernal como lo fue para los 400 migrantes que murieron en 2018 tratando de
cruzar el muro fronterizo con los Estados Unidos.
Capacitación,
educación, apoyo y organización. Debe venir de ambas partes un acuerdo pacífico
por el que México sólo sea un espacio de transición, de derechos, de humanidad.
Para aprovechar lo que su historia tenga por enseñarnos y mostrar la
solidaridad que cualquiera de nosotros puede llegar a necesitar.
Actualmente,
la migración es vista como un problema, por lo que de entrada de opaca
la búsqueda de una solución para que estas miles de vidas encuentren un futuro
justo, como ha sucedido en migraciones históricas de alto impacto y significado
como las que el pueblo judío sobreviviente al Holocausto pudo disfrutar
precisamente en países latinoamericanos al final de su cacería, en 1945.
Remato
con una bella frase de la taiwanesa Huichi Chiu, migrada a España, donde se
desarrolla como actriz y artista plástica, “los chinos son como los dientes
de león: vuelan y sobreviven allá donde lleguen”. Bello ejemplo de resiliencia,
cualidad que deberíamos cultivar todos, pero ciertamente, más presente (tal vez
un poco a la fuerza) en el migrante: figura de dolor, lucha y esperanza.
Juan Amos Comenio (1592-1670)
Aruj,
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