Resulta que este crimen sí pasó: el miércoles 5 de abril de 1933, don Delfino Montemayor salió de su casa rumbo al trabajo, apenas iba amaneciendo, y cuatro ladrones de poca monta (dos de los cuales eran sobrinos de la esposa de don Delfino) se metieron a su casa aprovechando que eran conocidos suyos, para robar 4 millones de pesos que tenían como ahorro. La idea no era atacarles, pero fueron reconocidos y no les quedó más remedio que degollarlas, previo abuso sexual. Don Delfino sospechó desde que no llegó su esposa, doña Antonia, a darle su lunch de mediodía, y cuando llegó acabado su turno se topó con la sangrienta escena: las dos mujeres de su vida muertas y pálidas en la habitación principal de la casa.
Esta novela de género policiaco, novela negra, se escribió a los pocos meses de sucedido el crimen: Eusebio se apuró a recoger evidencia de familiares, trabajadores, abogados, policías y reos. El caso se estaba fabricando mientras tanto. Los detectives encontraron un rastro apenas perceptible de sangre que iba de la casa hacia una carnicería propiedad de Gabriel, uno de los acechores. La policía había deducido que quien cometió los asesinatos, sabía de medicina, o al menos de cómo cortar la carne, pues los cortes mostraban pericia. Fueron quebrando poco a poco a los jóvenes, quienes no se delataron a pesar de las torturas. Bueno, los otros no lo hicieron, pero Gabriel sí...
Lo interesante de la historia viene con el loro de la familia: se la pasaba repitiendo la frase "Gabriel no me mates", lo que se usó como evidencia.
Como Monterrey era pequeño en aquel entonces, el crimen había ofendido seriamente a la población, que clamaba sin parar por justicia, así que se cree que se les aplicó la Ley Fuga, que en ese tiempo era el pretexto ideal para fusilar "con permiso" a un condenado que traía mucha presión social. Un tipo de justicia a propia mano. De esta manera se acabó con los chicos, con la versión oficial de que los sacaron de prisión para que confesaran en dónde escondieron el dinero, y "los alcanzó una balacera independiente".
Don Delfino murió unos treinta años más tarde, y fue enterrado junto con su esposa e hija. Adolorido, dejó al abandono la casa, que ha estado en ruinas desde hace algunos años. Muchos youtubers suelen saltarse las vigas para grabar.
Los detenidos fueron reconocidos como Fernando, Heliodoro, Emeterio, Gabriel y el Ciego Ulloa.
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Nadie sabe ni en qué lugar, ni a qué
hora, ni cómo se verá con los suyos por la última vez.
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Acaso entendía, al modo de los árabes, que el hombre traía su destino atado al
cuello como una soga.
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Eusebio de la Cueva (1898- 1943) fue un escritor mexicano nacido en el estado de Nuevo León. También trabajó como diputado y como miembro organizador de la Universidad de Nuevo León (en 1932). Murió por problemas cardiacos.
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La verdad esperaba mucho más de la reseña. Es cortísima, con una narrativa rebuscada y no explica lo suficiente sobre los personajes. Me la recomendaron "como cuando lees a sangre fría, de Capote" y no. No hay punto de comparación: es demasiado somera.
Cumple con dar una idea de lo que sucede, pero pudo haber dado para mucho más. No la recomiendo.
Lee conmigo en: http://editorialuniversitaria.uanl.mx/index.php/2017/02/09/el-crimen-de-la-calle-de-aramberri/
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