Con el correr de las páginas, nos enteramos de una vida anterior, en la que existieron una esposa (Aya) y un pequeño hijo (Shingo) a los que, de alguna manera, dibuja nuevamente en Kenta y Sayaka.
El protagonista nos muestra el miedo a perder, tan grande tan grande, que tampoco permite ganar. Y habla de la liberación, del paso profundo y contundente que da un alma libre cuando se perdona y se da la oportunidad a sí misma.
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- ¿Por qué aquí?
- Porque aquí conozco el nombre de todas
las cosas. Así, un día, cuando renazca como Buda y me convierta en piedra,
bellota o larva, sabré orientarme. Siempre encontraré el camino a casa, porque
aquí conozco el nombre de todas las cosas.
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- Todavía no sé escribir. No se me da bien.
- Escribir es guay- exclamó con altivez el niño mayor
- ¿Por qué?
- Porque puedes parar las cosas
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Sabes
que te has encariñado con una persona cuando la ves donde no está.
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El amor nunca viene solo. El miedo lo acompaña en cada paso del camino.
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-¿Y cómo está su corazón?
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Está ahí, parado. No se mueve.
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La verdad es que se mueve siempre...el corazón. Quizá no se mueva por las
mismas personas ni por los mismos motivos, pero se mueve incluso cuando parece
parado.
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- ¿Por qué los ancianos siguen llorando por los males que padecieron en su
infancia, incluso al cabo de setenta u ochenta años? Y por males no me refiero
a la guerra o a grandes traumas, sino al juguete que alguien les quitó, al
insulto que les soltó un compañero en la guardería, a la bofetada que su abuelo
les dio injustamente. ¿Cómo es posible que aún no se hayan consolado? Con esto
quiero decir que, además de que el momento pasó y ya no tiene remedio, el niño
que eran ya no existe. Se desvaneció con todas las emociones que experimentó.
-Sí, es como si estuviera muerto, pero siempre estaremos de parte de nuestro
ser infantil.
- Pero ha pasado tanto tiempo...
- Da igual. Durante toda la vida se está de parte del muerto.
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Hasta que alguien no muere y nace en ella, no se puede decir que una ciudad
tenga una historia.
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- ¿Para qué sirven las mentiras, mamá?
- Para mejorar la propia memoria.
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Cuando lloras, en cierto modo te estás salvando a ti mismo.
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“Al final, da igual cómo empiezan las cosas”, escribió Sayaka. “Lo único que
marca la diferencia es la confianza: si crees en la felicidad lo suficiente
como para imaginar que es cierta, tarde o temprano llegará.
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Para ellos, las personas desaparecidas son un lugar al que regresar y la
nostalgia es un sentimiento con el que están familiarizados. Es como
acurrucarse frente al fuego después de un chaparrón y esperar a secarse del
todo, sabiendo que siempre quedará una pequeña mancha de humedad.
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Si
no me encuentras al principio no te desanimes. Si me pierdes en un lugar, busca
en otro. Me he detenido en algún lugar a esperarte.
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Nunca hay mucho que decir sobre los días felices. La felicidad detesta las
palabras.
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A lo largo de mi vida no he dejado de acumular pruebas para impedir que las
cosas desaparecieran y al final lo único que he conseguido es reforzar su
desaparición, acentuar la visión de la pérdida.
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Allí había descubierto que la memoria era simplemente una cuestión de voluntad.
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Laura Imai Messina nació en Roma, Italia el 16 de agosto de 1981. Luego de titularse en literatura, viaja a Japón para el estudio del idioma y se queda ahí, donde se especializa con un posgrado y da clases de italiano. Cuenta con siete novelas publicadas en más de 20 países, incluidas historias infantiles, tal como su personaje principal de este libro.
Esta novela la hizo acreedora al premio italiano de literatura Wondy de 2024.
Está casada y tiene dos hijos varones.


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